
El 14 de febrero tuvimos el placer de recibir la visita de un grupo de niños de 6 y 7 años de un colegio de Roquetas de Mar. Fue un día muy divertido. Paseamos en camello, hicimos actividades y juegos en la granja, como por ejemplo cepillar a Camela La Reina y después, con ocasión de este Día del Amor, nos dispusimos a fabricar cada uno su corazón plegable que dentro llevaba nuestra admiración por un ser querido. Luego lo cerramos, lo plastificamos y nos lo colgamos al cuello, llevando nuestro secreto dentro. Un niño no veía la necesidad de tapar su pasión por nuestra Reina. Me llamó para que le pusiera la camella delante, abrió su corazón y leyó en voz alta delante de ella (con el camello Rastafari al lado, observando la escena): “Camela, Reina, te queremos. ¡Eres la más guapa! Te hemos cepillado mucho”. Camela La Reina escuchó atenta el cumplido así que el niño se animó a recitárselo tres veces. El bonito momento terminó porque Rasta estaba harto. Llenó la boca y le pegó un escupitajo gigante a Camela en toda su cara, la empujó y la quitó de en medio. Es increíble. Nunca pensé que a este raro camello le importara algo más que no sea comida. ¡Estaba muy celoso! ¡Cómo se dan cuenta estos animales de todo lo que ocurre! Realmente tenemos muchas anécdotas referentes a los celos de los camellos. Cuando me ocupo más de lo normal de uno de ellos porque le ha pasado algo, está enfermo, etc, a algunos otros esto les sienta muy mal y hay que tener mucho cuidado para no tener preferencias de un animal respecto a los demás, a no ser que sea el más veterano, etc. En este aspecto Rastafari no es diferente. Ojalá que un día venga alguien que lo quiera y se ocupe de él de forma regular. Lo haría muy feliz. Yo no estoy cómoda con él porque hasta el momento no he conseguido este propósito. Pero siempre pienso que un día conseguiremos tenerlo completamente contento.
Rastafari es un viejo pero ágil camello de circo que tuvimos que recibir con los brazos abiertos cuando compramos nuestro semental Indalo, ya que eran amigos y nos dijeron que si no, «quién se iba a ocupar de él». Accedí a llevármelo por esto mismo: porque me temía que una vez solo, no iba a estar bien y me propuse que con nosotros sería muy feliz. No teníamos ninguna referencia de él. Peludo, raro y flaco. Me dio una pena inmensa cuando miré en sus ojos mientras lo estábamos atrapando para meterlo en el camión, expresaban un miedo indescriptible. Viajó con su amigo Indalo, pero a medio camino el semental tuvo que salir a realizar una tarea para otro ganadero y entonces Rasta casi se volvió loco, al ver que estaba solo. Pasó la cuarentena en una capea, cerca de un grupo de dromedarios machos jóvenes. Estaba muy cortado y asustado, sólo una vez saltó como loco y es que vino una camella, Guajira, a verlos, acompañando otro camello en doma. Ahí se tiró al suelo loco de pasión y dejó de tener apetito durante tres días (al igual que los otros machos al lado). A los dos días me dijeron los propietarios de la finca que había que matarlo lo antes posible, porque atacaba a la gente y que era un camello asesino (no me esperaba esta reacción en una capea precisamente). Yo dije que sí, que si mata gente, lo sacrificaríamos. A solas estudié su comportamiento, me metí en el recinto e hice varias pruebas. Así me di cuenta que no atacaba a la gente en sí, sino al cubo que llevaban en la mano. Baja la cabeza y viene a galope tendido. Hemos necesitado más de un año para quitarle esta manía y aún hoy hay que andarse con cuidado si llevamos un cubo o bolsa en la mano, adviertiéndole con un “eehhh” que se esté quieto. Se ve que pasó mucha hambre y envidia en su vida.
No se ha socializado con la manada de dromedarios. Duerme casi siempre aparte, aunque no le parece importar mucho el resto de los animales. Los guelfos y majalulos sí se acercan a él y a veces se acuestan a su lado. El caso es que el resto de la manada lo odia por su extrema voracidad. Es capaz de escupir a los demás por un trozo de pan, saltar como un caballo o romperlo todo con la esperanza de pillar un premio. Esto para el resto de los camellos es un comportamiento intolerable, porque voraces y golosos son todos, pero se comportan, limitando su lucha por el mejor bocado dándose empujones.
Mis amigos ya se han hartado de decirme que lo venda y aquí está ahora un poco menos flaco que antes y bastante más educado. Es muy vergonzudo porque cuando le hablo cariñosamente se queda cortado, moviendo los labios.
Cuando se aburre a veces hace sus trucos de circo, por ejemplo girando sobre tres patas a un lado y después al otro. Pero no le gusta hacer caso de órdenes. Obedece a la cuerda y también sube al camión como un camello de circo, pero cuando le enseñamos a echarse tuvimos que cambiar varias veces de chubasquero de tanto que nos escupía.